Breve historia de un amor eterno
No recuerdo la temperatura que acompañaba al primer día que la vi. Supongo que hacía bueno, porque ella, ahora que la conozco de cerca lo sé, suele salir a menudo cuando las flores violetas de la jacaranda y el buen tiempo.
Probablemente me había cruzado antes con aquel monumento a la seducción, pero fue solo a partir de esta mañana hipotéticamente soleada de la que os hablo cuando se incrustó como un percebe en mi cabeza. Ese día vestía de rojo bermellón y hasta las rayas del paso de cebra por el que atravesaba la calle le hacían juego. Esbelta, de curvas perfectas, despacio -porque ella no sabe correr ni conoce la prisa, solo pasea-, pasó de largo calle abajo siguiendo su camino como si nadie se hubiera enamorado de ella, diluyéndose el sonido de su taconeo un instante después de perderse en el horizonte y dejándome a mí con un nuevo deseo que solventar en esta vida.
Caprichos del destino, la noche de ese mismo día salí de bares con un buen amigo, cruzándonos de nuevo aquella tipa y yo en la casualidad de las puertas del último bar al que fuimos. Vestía esta vez un vestido blanco ancho y gastado como a mí me gusta, decorado al detalle con círculos estampados azules y rojos, rollo Mod. Tan atractiva y sublime como la vi pasar unas horas antes, quieta y sola, apoyada sobre un solo pie y ligeramente inclinada como se inclinan las barcas varadas en la orilla de la playa a la espera de un patrón que las devuelva al mar veía pasar la noche. Me la quedé mirando pasmado hasta que mi amigo interrumpió la fascinación de la que había quedado preso…
-¿Te gusta, verdad? -me dijo-. La conozco; es italiana. Vino a España hace unos años y todo le ha ido de maravilla. Su actitud joven y alegre le procuró al poco de llegar un trabajo estable en el servicio de correos y muchos amigos, quedándose para siempre entre nosotros. Es una tía especial, de las que nunca falla, de las que corresponde si la cuidas. Engancharte a ella durante un rato es hacerlo para toda la vida.
Yo no aparté la mirada de ella mientras él la comentaba y la idea de acercarme un poco más ganó peso rápidamente en mi imaginación hasta hacerse hueco entre mis planes. Me propuse conocerla y saber más de ella, indagar en su esencia hasta hacerla mía.
Y así fue. Desde entonces pasea conmigo por el campo y la ciudad y los caminos y la carretera, salimos juntos, nos gusta que alguien más nos acompañe a veces y disfrutamos el clima y los olores veraniegos de esta tierra el uno sobre el otro, esperando que la llegada del invierno enfríe como cada año nuestra relación.
Este sábado a las 11:00 de la mañana he quedado con ella y mucha más gente en la Plaza del Ayuntamiento. Daremos una vuelta por Totana, subiremos al Monasterio de Santa Eulalia y Aledo, comeremos, beberemos; será fantástico dar vueltas con los pies sobre sus alas en el 2º Vespa Meeting Totana. ¿Nos acompañáis?
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