In vino veritas
El vino está de moda. Es un hecho. Como un día los pantalones piratas y los chinitos de la suerte. O aquel tiempo en que lA gEnTe eScRibíA rArO eN LaS rEdeS sOciAlEs. O cuando media España hablaba como Chiquito. O echarle reducción de Pedro Ximénez a todo. O Macarena.
Pero dejemos de hablar de modas y de las gafas con patas de madera y cristales espejo color naranja flúor que me he comprado y hablemos solo de vino. De amor y vino, por qué no. Al fin y al cabo, lo de Afrodita y Dionisos era vox populi en el Olimpo y desde entonces el amor y el vino se dejan ver juntos por todas partes.
En la literatura, en el cine, en la religión, en Como conocí a vuestra madre -¡serión!-, en los bares, en tu casa o en la mía. El vino y el amor lo impregnan todo y nos llevaría páginas y páginas un simple comentario, y no estamos para escribir mucho, aunque sabemos de sobra que a las mejores historias les huele el aliento a vino.
Porque hoy hace calor. Y hoy no sabemos mucho más de casi nada. Y las musas parecen haberse esfumado. Y podría explicar que hay muchos tipos de vino, como de amor, pero no lo voy a hacer porque qué más da si tinto o si blanco o si crianza o si reserva o si dulce o si espumoso. Y podría contar patrañas sobre días que fueron de vino y rosas. Y abrir una botella de las tres que tengo en la nevera. Y hacer comparaciones y poner escenas de películas en las que el protagonista se empina la copa o la botella, o se derrama el vino en la camisa, o Jack Lemond borracho. Y parafrasear la historia en citas sobre el vino y sus placeres. Y en vino veritas. Y beber para olvidar. Y esto también pasará. Y que mientras, una cata de vino es lo mejor que nos puede pasar. ¡Os esperamos!
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