Noches de vino y rosas
Estábamos hace un par de viernes algunos amigos y otra buena gente en el atrio con piscina del Residencial Croma, atiborrándonos de bienestar y buena música -copilla de vino mediante-. Al postre, todavía asidos con fuerza a la copa de vino, entramos a fisgonear las estancias del piso piloto.
Allí, mientras tentaban a la fortuna de un fin de semana en la bonita costa almeriense, comentábamos los detalles del moderno salón en el que nos encontrábamos, y lo agradable que estaba resultando la noche.
Y será que estábamos entre comodidad y placer, será que el tiempo pasa y el destino nos alcanza, será que cada loco con su tema y Dios en el de todos, que nos pusimos a pensar en lo mucho que se parece comprar una casa a enamorarse.
Porque cuando vas a comprar tu casa, como en el amor, miras muchas hasta elegir una, la mejor. Y cuando estás seguro de que esa es la casa que quieres, como en el amor, es para muchos años.
Cuando buscas casa, como cuando buscas el amor, quieres algo que se adapte a ti. Y si es una casa buena y acogedora, como si lo es el amor, puede durar toda la vida.
En una casa la fachada puede ser más o menos bonita, como en el amor, pero lo que realmente importa es el interior.
Una casa, como el amor, si está rodeada de buena gente hará que vivamos mejor.
Una casa, como el amor, es para compartirla con quien más queremos, y se disfruta más siendo dos.
Una casa, como el amor, esconde niños en alguna habitación…
Al fin y al cabo, lo mejor que te puede pasar en esta vida es encontrar gente a quien abrir tu casa y tu corazón…
Y será que las paredes de aquel piso nos resultaron acogedoras, será que es verano y Edward Sharpe cantaba en ese instante Home, será que apoyábamos la noche en blanco semidulce alrededor de una piscina, o será que ya nada es tan caro como antes y nos hemos convertido en kamikazes en busca de la felicidad, que salimos del piso convencidos:
Ha llegado el momento de enamorarse comprarse una casa.
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