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Solo se vive una vez

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Parece que fue ayer cuando el barco de Vivir en Totana viraba sobre su ancla y nos poníamos manos al timón de este bonito proyecto. Ya lo dice nuestra Bio: nos gusta Totana como lugar para vivir y estamos encantados de compartir con vosotros la pasión que profesamos por esta tierra.

Tras unas pocas tardes de marzo ideando en positivo, hemos ido desparramando nuestro credo durante estos cuatro meses publicación a publicación. Porque creemos en Totana. Creemos en la gente que cree en Totana. Creemos en un paseo por el Estrecho de la Arboleja. Creemos en las princesas sin castillo. Creemos en el Corazón de Jesús y en todos los besos que allí se han dado. Creemos que poner un totanero en tu vida es jugar a ser feliz. Creemos en tirar piedras los veinticinco de abril y reventar el huevo duro contra una cabeza despistada. Creemos en Totana por primavera. Creemos en el vino del Chamones. Creemos en el olor de Sierra Espuña después de un chaparrón, en el cielo de lo nuestro, en los lunes con música, en el quintico de Estrella y en las tapas por el centro. Creemos en las Noches-de-verano y creemos en una cata de vinos para cerrar cuatro meses de vivir en positivo.
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Por eso no queríamos marchar de vacaciones sin antes dar las gracias a todos los que de una manera u otra hicisteis posible aquella noche de gente y vino. A Construcciones Hermanos Palomares, a SonImagina, La Vinoteca, La Sociedad, a todos y cada uno de los asistentes y, por supuesto, a los vecinos del Residencial Croma, que de buena gana ofrendaron su atrio y su descanso a la felicidad de todos. Nos tuvieron por allí merodeando, con vinos tintos y vinos blancos, entrando y saliendo, subiendo y bajando, disfrutando en la terraza de las vistas y los dulces, los Tracks en el atrio tocando, y un piso piloto abierto a todos que invitaba a sonreír y a seguir soñando.

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Piso piloto Residencial Croma
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Sonreír. Vivir la vida. Ser felices. Soñar y cumplir los sueños. Aprovechar el tiempo. Seguir las pasiones como el galgo a los conejos. Colgarse del cuello de una nube y dejarse llevar por el viento.
Conceptos que parecen estar de moda, aunque siempre lo estuvieron y nunca dejarán de estarlo. Son la esencia del ser humano. Lo vemos cada día en todas partes: en carteles, en anuncios, en cuadros, en calendarios, en pintadas callejeras, en los póster de algún armario, en la tele, en la música. En los espejos virtuales de la gente, en estados y publicaciones de vuestros perfiles sociales. Os ponéis Coelho, os ponéis Bucay. Os ponéis Carpe Diem. Os ponéis Tempus Fugit. Os ponéis Memento Mori. Parafraseos, citas, eslóganes emocionales; recetas con las que paliar los envites de la vida, llamadlo como queráis.

Lo cierto es que se impone con fuerza la emoción y el sentimentalismo en una especie de histeria colectiva por rendir tributo al tiempo; algo así como un deseo irrefrenable de vivir al límite arriesgando en cada segundo. Un venga, corre, que esto se acaba; haz lo que quieras, pero sé feliz. Vive hoy como si fueras a morir mañana. Disfruta el momento al máximo. Etc. Etc. Etc.
Por eso hemos pensado que estaría bien pillar el mechero Bunsen, probetas y demás aparatejos y despedirnos hasta septiembre disfrazados de alquimistas, con diez fórmulas de la felicidad que otros inventaron mientras crecíamos:

1
Todo comenzó pensando que vivimos en un mundo en el que merece la pena vivir. 1967. Letristas y cantautores andaban enredados como siempre en canciones de amor y fracasos sentimentales, todo muy gris, hasta que un soplo de aire negro vino a trompetearnos “What a wonderful word” y la cantinela positivista se instaló en la sociedad para quedarse. Un aquí te pillo aquí temazo para sacar el sol que llevamos dentro los días de nubarrones.

2
En esto que pasaba por allí Coca Cola -¡oh, Coca Cola! (reverencia)- y dijo: este rollo me gusta y me uno al club de la emoción. Por España la dictadura languidecía y, si mirabas al horizonte apretando la vista, podías ver la silueta de la democracia acercándose lentamente. Coca Cola reunió entonces frente al sol de la mañana a jóvenes de todos los países para compartir la dicha de vivir; las libertades estaban a una chispa de distancia…

3
Como cabía esperar, Disney se apuntó a la fiesta estrenando su versión de Hamlet para niños, o lo que es lo mismo: El Rey León. Corría 1994 y la generación de ochenteros a la que estamos orgullosos de pertenecer acudió en tropel al cine cual jauría pavloviana al toque de campana. Entramos a ver leones y salimos cantando Hakuna Matata. Y empezamos a vivir y éramos felices, y ningún problema podía hacernos sufrir.

4
Pero con los años la versión suajili del “no problem” jamaicano dejó de ser suficiente. Habíamos crecido y la feliz cancioncilla se nos quedaba pequeña. El suricato y el jabalí a quién confiamos nuestra felicidad le pusieron empeño, no cabe duda, pero entonar el Hakuna Matata frente al espejo con el fervor de un cantaor flamenco no terminaba de atajar el acné ni solventaba las nuevas preocupaciones que trajo consigo la adolescencia. Adiós leones despreocupados, hola Clearasil. Y así todo recto hasta Coca Cola en Navidad, que siempre trae felicidad…

5

Más tarde Coca Cola se desvió ligeramente del camino apostando todas sus cartas publicitarias a la versión light del refresco con aquel famoso spot del cachitas. Si, hombre sí, el tío sudoroso empinándose la bebida baja en calorías al ritmo de Etta James mientras varias oficinistas se derretían junto al cristal de la ventana… ¿Ya? Pues ese. La felicidad, el optimismo y la sensación de vivir habrían de esperar tiempos mejores.
Pero en España tenemos salidas para todo. Claro. A falta de Coca Cola endulzamos la vida con Azúcar Moreno. Hasta dieciséis veces lo advertían en la misma canción:”Solo se vive una vez”. Caramba.

6
Si la vida pasa rápido, las modas son un visto y no visto. El mensaje de la canción del verano se fue apagando poco a poco hasta desaparecer. Ahora bien, donde unos mueren otros nacen, y el parto fue de los buenos. El Chicago Tribune publicó el alegato en pro del bien vivir de Mary Schmich, columnista social que, escondidas entre las líneas de un consejo sobre protección solar, escribió las primeras coordenadas de la felicidad. Caló hondo, y del texto resultó esta canción sin desperdicio.

7
Luego vinieron los años de bonanza. Parecía que la gente era feliz. Parecía que todo el mundo estaba viviendo la vida que siempre había deseado. Pero los tiempos malos siempre acechan y la crisis nos sorprendió de espaldas subidos a la parra. Los ánimos decayeron y Coca Cola volvió a la carga, esta vez en serio. Golpe bajo a la emoción con los niños del Chorus22 y motivos para seguir creyendo que sí, que podemos, que esto es un bache en el camino y que si te fijas bien, lo bueno es casi todo y lo malo es casi nada.

8
Y lo españolizan. Y nuestros vecinos lorquinos salen en un anuncio de Coca Cola con media ciudad en ruinas debido al terremoto. Y la generosidad es un clamor.

9
Y lo versionan para padres felices.

10
Y si Coca Cola es una bebida excepcional y su formula un secreto universal, echarle un chorrito de whysky debe ser lo más parecido a la fórmula de la felicidad. ¿Que no?

Hay más fórmulas, casi tantas como personas dispuestas a cocinarlas. Elegid la vuestra.
Nosotros nos vamos. Un mesecito de vacaciones en este Wonderful world, para compartir la dicha de vivir y ser feliz. Porque aunque solo se viva una vez, si lo haces bien, una vez es suficiente.

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