Aunque digan que aquí no podemos hacerlo…
Le estaba diciendo a una buena amiga, hace bien poco, que muchas de las historias que pasan por nuestra vida son pendulares. Entran y salen, van y vienen. Trazan parábolas perfectas. Líneas curvas que parten de un lugar determinado y se dirigen a un lugar concreto justo al otro lado del primero.
Estas historias, como buen péndulo, pierden fuerza a cada regreso, siendo imposible llegar de nuevo al punto justo en el que se estuvo la última vez. El nuevo lance siempre queda un poquitín más corto.
¿Tú crees?
Sí.
Y también creo en todo lo contrario. ¿Otro Gin Tonic?
El cenicero nos delata. Hace calor y preferimos terraza. En las copas mucho hielo, un par de rodajas de limón, sendos chorros de ginebra y conversaciones oscuras, sobre todo para ser primavera.
Ella dice que los Gin Tonic de Seagram son un quiero y no puedo. Yo le digo que los Gin Tonics estos de ahora están sobredimensionados. Que sí, que son bonitos de ver. Que tienen su punto. Que yo a veces también los pido. Pero que el fenómeno de masas, el gran esperpento social servido en espiral, ya me tiene de resaca. Me quedo con mi Ron. O mi Passport en vaso de aluminio. Esos cubatas sí eran dignos de admiración y popularidad y no lo que hay ahora rondando.
¿Bueno-qué? ¿Qué quieres?
¿Que qué quiero?
Quiero a alguien que a veces me diga que no.
Que me haga llorar a ratos cortos de muy cuando en vez y reír el resto del tiempo.
Que sea impredecible, inspirador, inquieto y se haga el ingenuo.
Que sea listo, a tope.
Que hable poco y me escuche mucho.
Que me pregunte cómo estoy y no le importe mi respuesta esquiva.
Que esté pendiente de mí.
Que sepa cuándo insistir y cuándo no.
Que me sonría. Que me guiñe el ojo desde el sofá. Que me acerque el mando a distancia.
Que lea. Que no lea en la cama.
Que me deje espacio y me dedique tiempo.
Que sepa tararear canciones y que jamás me cante al oído. Eso no. Nunca. Never.
Que me regale cosas absurdas en días absurdos.
Que me bese, mucho, donde sea, cuando sea, estemos donde estemos.
Que me quiera como quiere el trucho.
Que me obligue a estar mejor.
Eso es lo que quiero.
Y eso, amiga, es tan sofisticadamente vulgar que probablemente ni siquiera es lo que quieres. Solo pides por pedir, como en un buffet libre.
Siempre has sido un poco sibarita, te gusta lo bueno. Eres exigente. Por eso Vives en Totana.
Aquí tenemos grandes lugares, momentos esenciales, gente imprescindible y una manera mediterránea de vivir la vida que enamora. Comemos bien, el clima acompaña a cada mes del calendario y hay muchas cosas que hacer.
Apuramos el Gin Tonic con los cachitos de hielo golpeándonos los labios y todo planeado. Vamos a seguir un rato más con vosotros. Una historia pendular que promete no perder fuerza en cada visita.
¡Re-Bienvenidos a Vivir en Totana!
Vamos a hacer muchas cosas.
Aunque digan que aquí no podemos hacerlo.
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